De una economía para las élites a una economía para las personas
La crisis de desigualdad desencadenada por la pandemia de COVID-19 es consecuencia de un modelo económico que ha permitido que algunas de las mayores empresas del mundo distribuyan entre sus accionistas dividendos por valor de miles de millones de dólares, beneficiando de nuevo con ingresos extraordinarios a la pequeña élite formada por las personas más ricas del mundo, en su mayoría hombres blancos. Al mismo tiempo, este modelo ha cargado el peso de los impactos de la pandemia en las personas trabajadoras mal remuneradas y las mujeres, sin ofrecerles la necesaria protección económica o social. Desde el inicio de la pandemia, las grandes empresas han antepuesto la maximización de sus beneficios a la seguridad de los trabajadores y trabajadoras, además de trasladar los costes a la parte baja de la cadena de suministro, y de aprovechar su influencia para definir las políticas de respuesta a la pandemia.
La crisis de COVID-19 debería ser el catalizador de un cambio que ponga freno radicalmente al poder de las grandes corporaciones, reestructure los modelos de negocio para ponerlos al servicio de nuevos propósitos, y recompense a quienes generan los beneficios, construyendo así una economía para todas las personas.