Cada vez que abrimos el frigorífico y la despensa, entramos en el sistema alimentario mundial.
Suena raro, pero es así. El sistema esa una red enormemente compleja compuesta por todas las personas, empresas, organismos y gobiernos que participan en la producción, distribución, venta y consumo de alimentos. No importa quiénes seamos o dónde nos encontremos en el planeta, los alimentos que comemos siempre nos los proporciona este sistema alimentario mundial.
A comienzos del siglo veintiuno, este sistema no funciona correctamente.
Es un sistema que:
- deja a casi mil millones de personas con hambre cada día.
- ha hecho que un 50 por ciento o más de la población en más de la mitad de los países industrializados tenga sobrepeso
- se caracteriza por unos precios volátiles que hacen que la vida sea difícil tanto para los productores de alimentos a pequeña escala como para los consumidores
- está cada vez más dominado por un reducido número de empresas enormemente poderosas
- y contribuye de manera significativa al cambio climático y que al mismo tiempo es muy vulnerable a sus efectos.
- injusto e insostenible.
Es evidente que hay que arreglar el sistema alimentario. Es mucho menos evidente cómo hacerlo.
Con este informe, reduciremos esta perspectiva general a un tamaño más manejable. Mostraremos las relaciones entre el sistema alimentario mundial y nuestras actividades cotidianas. Mostraremos cómo los hogares, si actúan juntos, pueden marcar la diferencia.
Y para hacerlo, nos hemos centrado solo en unos pocos países. Hemos elegido seis: tres países desarrollados y tres países en vías de desarrollo. Los países —Brasil, la India, Filipinas, España, el Reino Unido y Estados Unidos — no son “representan” al mundo pero sí son un ejemplo ilustrativo.