192 países se reunen en Copenhague para cerrar el texto del acuerdo global sobre cambio climático. Es un proceso arduo pero el acuerdo que salga de la reunión será cuestión de vida o muerte para millones de personas pobres en todo el mundo, especialmente mujeres.
Hablo de algo que conozco de primera mano. Mi madre es de Perú y precisamente hace unas semanas tuve la oportunidad de viajar allí como embajadora de Oxfam Internacional.
Perú cuenta con 18 cordilleras coronadas por glaciares y todos ellos se están derritiendo por culpa del calentamiento global a una velocidad dramática hasta el extremo de que hacia el 2020 habrán desaparecido completamente. No se trata sólo de un problema ecológico sino de una emergencia humanitaria de primer grado. Del agua de esos glaciares dependen comunidades enteras para cultivar, para beber, y las mujeres en concreto van a buscar el agua que les sirve, en una palabra, para vivir.
El cambio climático es para ellos una cuestión de supervivencia.Y si miramos más de cerca el problema comprobaremos que los más perjudicados son, en realidad, las más perjudicadas. Se sabe desde hace años que el rostro de la pobreza en los países en desarrollo es el de una mujer. Las estadísticas muestran que 70 % de los 1.300 millones de las personas pobres del mundo son mujeres y niñas. Con el cambio climático pasa igual: las primeras víctimas también son las mujeres.
En el ciclón que asoló Bangladesh en 1991, el número de mujeres que murieron fue cinco veces mayor que el de hombres, porque no se les había alertado y además no se les había enseñado a nadar. Las sequías que asolan muchas partes del planeta, como el África subsahariana, hacen más difícil para las mujeres la búsqueda de comida, combustible y agua, tareas que les son propias. A veces las mujeres, especialmente niñas, se ven obligadas a caminar durante horas para ir a buscar agua. En Perú conocí a Elisabet Ayma, quien como muchas otras mujeres, cultiva un pequeño trozo de tierra para alimentar a su familia. Me contó que la falta de patrones climáticos está destrozando sus cultivos, haciendo más difícil el poder alimentar a su familia y pagar la escuela de sus hijos.
Sin embargo las mujeres no son simplemente víctimas pasivas del cambio climático – también son una de las armas más efectivas en contra. Por todo el mundo las mujeres están a menudo al frente de los esfuerzos para combatir la amenaza climática.
En Perú muchas de las mujeres que conocí estaban involucradas en proyectos de plantación de árboles. Los árboles ayudan a la tierra a retener la humedad cuando hay sequía y evitan que se pierda terreno cuando llegan lluvias fuertes. El 80% del campesinado de todo el mundo son mujeres. Su conocimiento y experiencia será crucial mientras las comunidades intentan adaptarse al clima cambiante.
El texto global que se está negociando sobre cambio climático de unas 200 páginas y que tiene que acordarse en diciembre no hacía ninguna mención de género hasta hace unas semanas. Curiosa ironía: las primeras perjudicadas por los desastres naturales no tienen casi ni voz ni palabra que las reconozca.
Hoy ya hay 23 párrafos del borrador que hacen referencia a la situación de las mujeres, gracias al trabajo de la Alianza Mundial de Género y Cambio Climático (GCCA, por sus siglas en inglés), que aseguran por ejemplo que las mujeres tienen voz en la planificación de proyectos para ayudar a las comunidades pobres a adaptarse al cambio climático o a la reducción de emisiones.
El reto ahora es asegurar que las necesidades de las mujeres no desaparecen de la agenda en las últimas semanas frenéticas de negociaciones y que los derechos de las mujeres en todo el mundo son escuchados en el acuerdo global que las afecta tanto.
- Helena Christensen
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