Hace un año, el obstáculo que impedía derrotar a la Covid-19 era científico. Ahora es la desigualdad. Tenemos la capacidad de vacunar a toda la humanidad y poner fin a la pandemia. Sin embargo, los países ricos están acaparando las vacunas y protegiendo los intereses de las grandes farmacéuticas, en vez de centrarse en salvar vidas.
Si la Covid-19 sigue presente en alguna parte, lo sigue en todas partes. Para acabar con la pandemia, necesitamos una vacuna gratis y disponible de forma justa para todo el mundo. Necesitamos una vacuna universal.
El coste de la desigualdad en la vacunación
La historia de la vacuna contra la Covid-19 pone de relieve lo mejor y lo peor de la humanidad. Hemos desarrollado la vacuna en un tiempo récord, y su producción es de una magnitud descomunal en comparación con otras vacunas en años anteriores. Y mientras los países ricos vacunan a su población a un ritmo de una persona por segundo, la mayoría de los países pobres todavía no ha podido administrar ni una dosis.
Un grupo de grandes farmacéuticas dicta la fabricación, la distribución y el precio de las vacunas. Hacen uso de patentes y otros derechos de propiedad intelectual para impedir que otras empresas fabriquen las vacunas o medicinas que han desarrollado. A través de su monopolio, controlan cuántas dosis se producen, quiénes las reciben y a qué precio se pagan. En definitiva, deciden quién vive y quién muere.
Los países del G7 han recibido cerca de una de cada cinco dosis distribuidas hasta ahora (2 000 millones, lo que corresponde al 19 %), mientras que los países de renta baja tan solo han obtenido el 0,5 % (33 millones).
Se calcula que el coste para la economía mundial de no vacunar a toda la población mundial es de 9 billones de dólares. Proporcionar una vacuna a cada habitante del planeta costaría menos del 1 % de esa cantidad.
La producción de las vacunas contra la Covid-19 ha permitido que nueve personas más se conviertan en milmillonarias, con una fortuna conjunta superior al coste de vacunar a los países más pobres del mundo.
Una vacuna universal es la mayor esperanza para acabar de una vez por todas con la Covid-19
Los derechos de exclusividad y de propiedad intelectual que tienen las grandes farmacéuticas sobre las vacunas contra la Covid-19 están provocando un racionamiento artificial de su suministro y el aumento de su precio. Estas empresas no tienen capacidad suficiente para producir dosis para toda la población mundial, por lo que no se están fabricando las vacunas necesarias para todo el mundo.
La inmensa mayoría de las vacunas contra la Covid-19 ha ido a parar a los países más ricos, mientras que, al ritmo actual, es probable que los países del Sur global no reciban ninguna hasta 2023. Esto supone una amenaza para todas las personas, ya que nadie está a salvo hasta que todo el mundo lo esté.
Nuestra mayor esperanza para acabar con la pandemia de Covid-19 es hacer que todas las personas del planeta tengan acceso a la vacuna. Una vacuna que se produzca en masa, se distribuya de manera justa y sea gratuita para todas las personas, sin importar cuánto dinero tengan o dónde vivan.
Tres razones por las que necesitamos una vacuna universal ya:
No podremos poner fin a la pandemia si solo la población de los países ricos tiene acceso a la vacuna porque pueden permitírselo. Sabemos que los países ricos han comprado más dosis de la vacuna de las que vayan a necesitar jamás, mientras que el resto del mundo tiene un acceso mínimo a la protección.
Es una situación que nos lleva a la derrota frente a la pandemia. El virus muta constantemente, por lo que las vacunas que los ricos y poderosos almacenan podrían ser ineficaces dentro de un año, poniéndonos a todas y todos en peligro. La propagación de variantes más contagiosas y potencialmente más mortales hace que aún sea urgente y necesario disponer de más dosis de las vacunas.
La mayor parte de los costes de investigación y desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 se ha financiado con dinero público. Las grandes farmacéuticas recibieron más de 10 000 millones de dólares provenientes de la recaudación fiscal para desarrollarlas y producirlas. Necesitamos que estas empresas sean transparentes e informen del verdadero coste de producción de las vacunas que están desarrollando, y que las vendan a un precio asequible. No deberían fijar un precio de venta para beneficiar a sus accionistas y juntas directivas a costa de nuestra salud. Todas las vacunas deberían ser un bien público global, y no una oportunidad para lucrarse.
El mundo está inmerso en una crisis económica y de salud pública, con un impacto enorme en las personas en mayor situación de pobreza. El peso de la pandemia de Covid-19 recae especialmente sobre ellas, mientras que los ricos accionistas y las grandes empresas están consiguiendo enormes beneficios. Con el avance de la pandemia, el mundo corre el riesgo de retroceder años, o incluso décadas, en la lucha contra la pobreza. Con una vacuna universal, podemos garantizar una recuperación más rápida para las personas en mayor situación de pobreza. De otra manera, corremos el riesgo de aumentar aún más la brecha de desigualdad que separa a las personas ricas de las pobres.
Heba Shalan, enfermera y madre de cinco hijos del campamento de personas refugiadas de Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza, arriesga su vida al cuidar de pacientes con Covid-19 sin los equipos de protección personal adecuados y a cambio de un salario exiguo. Sin embargo, al igual que el resto de la población palestina en Cisjordania y Gaza, ocupadas por Israel, probablemente tendrá que esperar mucho tiempo para recibir la vacuna contra la Covid-19. Fotografía: Marwas Sawaf/Oxfam
Cinco pasos para poner fin al apartheid de las vacunas
El mundo está viviendo un apartheid de vacunas. La combinación del insuficiente suministro de vacunas y la acumulación de dosis por parte de los países ricos está provocando que miles de millones de personas carezcan de protección y, por lo tanto, estén expuestas a enfermar o a morir a causa de esta cruel enfermedad. Los Gobiernos y las grandes empresas no están haciendo lo que sería la solución más sencilla: salvar millones de vidas proporcionando un acceso equitativo a las vacunas contra la Covid-19.
Las y los líderes mundiales deben ponerse de acuerdo y aplicar un plan ambicioso y claro basado en lo que el mundo necesita:
Aspirar a vacunar al 60 % de la población mundial. No podremos poner fin a la pandemia si vacunamos a menos del 30 % de la población mundial en los próximos seis meses. Los países ricos deben aportar la financiación que les corresponde para cubrir el coste de este proceso, y la distribución de las dosis debe ser justa.
Eliminar la protección intelectual que se aplica a las vacunas y los conocimientos sobre la Covid-19. Esto permitirá que todos los países puedan producir o adquirir dosis a precios asequibles. Los Gobiernos deben suspender las patentes y obligar a las grandes farmacéuticas a compartir su tecnología y sus conocimientos sobre las vacunas.
Invertir una gran cantidad de dinero público de forma inmediata para fabricar más dosis de las vacunas en todo el mundo. Hemos sido testigos de cómo el mercado por sí mismo no ha conseguido producir suficientes vacunas. Debemos construir una red global para poder distribuir las dosis de las vacunas como un bien público en todos los países.
Proporcionar gratuitamente vacunas, pruebas diagnósticas y tratamientos contra la Covid-19. Para todas las personas, en todas partes, en función de las necesidades existentes. Debe darse prioridad al personal sanitario en primera línea, a las personas en mayor situación de riesgo y a los países con menos recursos que carecen de medios para salvar las vidas de las personas infectadas.
Aumentar el apoyo financiero global para mejorar y expandir los sistemas de salud públicos. La experiencia con la pandemia puede ayudarnos a crear sistemas de salud resilientes, universales y justos en todo el mundo. Estos servicios deben ser gratuitos, sin aplicar ninguna tarifa por su uso.
No todos los días se presenta la oportunidad de salvar el mundo, pero es una elección que ahora mismo tienen ante sí los Gobiernos y las grandes empresas. Si aplican estas cinco medidas, tendrán la oportunidad de acabar con esta crisis.
Este momento puede pasar a la historia como el momento en el que decidimos anteponer el derecho a la seguridad de todas las personas a los monopolios comerciales de una élite. Debemos actuar ya.
Un movimiento que no deja de crecer
Oxfam es miembro de la People’s Vaccine Alliance, una coalición de organizaciones y activistas que han aunado fuerzas con el objetivo de hacer campaña por una vacuna universal contra la Covid-19 que se base en el intercambio de conocimientos y que esté disponible gratuitamente para todas las personas. Más de 2,7 millones de personas en todo el mundo ya han mostrado su apoyo. ¡Únete a ellos!