En marzo de 2020, la pandemia de Covid-19 golpeó de lleno un mundo cimentado sobre la desigualdad de género. En Oxfam ya anticipamos que la pandemia podría dar lugar a un retroceso de los derechos de las mujeres en muchos países y dificultar aún más la vida de las mujeres en situación de pobreza y vulnerabilidad. Temíamos que la crisis diese al traste con los avances alcanzados en el pasado y, un año después, nuestros temores se han hecho realidad.
La Covid-19 es mucho más que una crisis económica o de salud pública: es una crisis de discriminación que se materializa en experiencias de exclusión por motivos de raza, género y clase. Esta discriminación es perfectamente evitable, y es necesario acabar con ella.
La precariedad de los medios de vida de las mujeres
Los datos de varios países demuestran que las mujeres han visto peligrar sus medios de vida, que han sido los más afectados por las consecuencias económicas de la Covid-19. La pérdida de empleos derivada de la pandemia ha afectado desproporcionadamente a las mujeres, lo cual supone revertir décadas de avances en su participación en el mercado laboral.
Se estima que, desde el inicio de la pandemia, 47 millones de mujeres y niñas se han visto sumidas en la pobreza extrema.
740 millones de mujeres trabajan en sectores de la economía informal en todo el mundo y, durante el primer mes de la pandemia, sus ingresos se redujeron en un 60 %.
A nivel mundial, las mujeres son mayoría en los sectores económicos más afectados por la crisis, como el turismo y los servicios de alimentación. Asimismo, tienen muchas más probabilidades de trabajar en empleos precarios y vulnerables. En los países de renta baja, el 92 % de las mujeres trabajan en empleos informales, peligrosos o inseguros, y se han visto afectadas por la falta de acceso a protección social y redes de seguridad.
Las mujeres, excluidas de la atención médica y la educación de calidad
La Covid-19 ha trastocado los sistemas de salud, y está suponiendo un retroceso para las iniciativas dirigidas a mejorar la salud sexual y reproductiva. Mujeres y niñas de todo el mundo han afirmado que su acceso a estos servicios se ha reducido, lo cual incrementa el riesgo de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y complicaciones en el embarazo, el parto y el aborto. Las previsiones mundiales indican que pueden producirse hasta siete millones de embarazos no deseados en todo el mundo a causa de la Covid-19 y las medidas asociadas.
Se estima que la mortalidad materna se ha incrementado entre un 8 % y un 39 % al mes en los países de renta baja y media debido a la reducción de la atención perinatal a consecuencia de la Covid-19.
Las previsiones indican que, en 2030, habrá 13 millones de matrimonios infantiles más debido al cierre de los centros educativos y al incremento de la pobreza provocados por la pandemia.
Asimismo, se estima que la pandemia hará retroceder los avances globales en educación de las niñas alcanzados en los últimos veinte años, lo cual generará a su vez mayor pobreza y desigualdad. Cuando terminó el cierre de los centros educativos decretado a causa de la Covid-19, al menos un millón de niñas embarazadas y en edad escolar en el África subsahariana estaban en riesgo de perder su acceso a la educación. El riesgo de violencia dentro de la pareja es mayor en los matrimonios tempranos de niñas.
Las mujeres asumen la responsabilidad del trabajo de cuidados
Si el mundo ha seguido funcionando durante la respuesta a la Covid-19 ha sido gracias a las mujeres, que han asumido la responsabilidad del trabajo de cuidados, tanto en los centros de salud como en los hogares y los lugares de trabajo. A nivel mundial, las mujeres constituyen el 70 % del personal que trabaja en los sectores de la salud y la atención social, y su presencia es también mayoritaria en el trabajo doméstico. A pesar de que estos trabajos son esenciales para la respuesta a la pandemia, durante mucho tiempo han sido infravalorados y mal remunerados, lo cual hace que estas trabajadoras hayan enfrentado un mayor riesgo de exposición al virus.
A nivel global, las mujeres realizan tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado, aportando billones de dólares a la economía mundial.
Según una encuesta de Oxfam en cinco países, el 43 % de las mujeres afirmaron sentirse más ansiosas, deprimidas o sobrepasadas debido al incremento de la carga de trabajo doméstico.
Los confinamientos han ralentizado la economía de mercado, pero han disparado el volumen de trabajo de cuidados no remunerado. Ya antes de la Covid-19, las mujeres y las niñas dedicaban 12 500 millones de horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado. Las investigaciones de Oxfam ponen de manifiesto que los confinamientos, la enfermedad y el cierre de los centros educativos han incrementado enormemente esta carga, asumida mayoritariamente por madres solteras, mujeres en situación de pobreza, y grupos discriminados por razones de raza y etnia.
La pandemia de Covid-19 ha provocado la disminución de los ingresos de los hogares tanto de las comunidades de refugiados rohinyá como de las de acogida que viven en Cox Bazar (Bangladesh). Esto, a su vez, ha resultado en el aumento de la inseguridad alimentaria. Para mejorar el acceso a ingresos y facilitar que los hogares puedan satisfacer sus necesidades básicas, Oxfam está suministrando a grupos locales de mujeres y de hombres equipamiento y formación para producir mascarillas reutilizables y toallitas higiénicas. Fotografía: Mutasim Billah/Oxfam
Las mujeres, las primeras en pasar hambre
Las mujeres desempeñan un papel fundamental en el sistema alimentario global, como productoras y también como trabajadoras en las explotaciones agrícolas y las instalaciones de procesamiento. Asimismo, las mujeres suelen ser las responsables de comprar y cocinar los alimentos para sus familias. Sin embargo, la prevalencia de la inseguridad alimentaria es mayor entre las mujeres que entre los hombres en todos los continentes.
Si las mujeres tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, el número de personas que padecen hambre se reduciría en hasta un 17%.
En la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA) se prevé que, del total de empleos destruidos a causa de la pandemia, un 40 % serán puestos ocupados por mujeres.
Las mujeres constituyen un porcentaje significativo de los grupos que se han visto más afectados por las repercusiones económicas de la pandemia de COVID-19, como los trabajadores y trabajadoras del sector informal y los pequeños productores y productoras. Además, suelen ser las más vulnerables dentro de estos grupos, debido a barreras sistémicas como la discriminación salarial o en la propiedad de la tierra.
Los confinamientos derivados de la pandemia no han hecho sino agravar la inseguridad alimentaria de las mujeres en mayor medida que la de los hombres debido a las normas sociales predominantes, la desigualdad de los sistemas de producción de alimentos y las brechas salariales. Todo ello, unido al hecho de que las mujeres suelen ser las primeras en saltarse alguna comida o ingerir raciones más pequeñas cuando la comida escasea, implica que, en la mayoría de los casos, las mujeres son las primeras en pasar hambre.
Las mujeres, afectadas por el incremento de la violencia de género
La violencia contra las mujeres y las niñas se ha incrementado rápidamente tras las restricciones a la libre circulación de personas a consecuencia de la pandemia. Los servicios de apoyo a las mujeres y niñas que sufren violencia se vieron enormemente afectados por la reducción tanto de las iniciativas de prevención y protección como de los servicios sociales.
En algunos países se ha registrado un incremento de la violencia en la pareja de hasta un 33 %.
Se estima que, si en julio de 2020 el confinamiento se hubiera prolongado 6 meses más, se habrían producido 31 millones de casos de violencia de género más.
La violencia de género se fundamenta en el desequilibrio de las relaciones de poder entre géneros, y suele aumentar cuando se da una quiebra del Estado de derecho que facilita la impunidad de sus perpetradores. La violencia doméstica también puede incrementarse durante y después de un conflicto. En los países afectados por conflictos, la pandemia de coronavirus supone un factor adicional que incrementa el riesgo y la inseguridad de las mujeres, las niñas y las personas de género no binario, a causa tanto del aumento de las presiones sociales y económicas como de las medidas de confinamiento.
El liderazgo de las mujeres
A nivel global, la mayoría de las respuestas a la pandemia no han tenido en cuenta sus impactos diferenciados, interseccionales y por género, que han hecho que las mujeres en situación de pobreza y vulnerabilidad, las mujeres racializadas, las mujeres jóvenes y en edad reproductiva, etc. se hayan visto especialmente afectadas. Esta brecha puede atribuirse a la ausencia de mujeres, en toda su diversidad, en la toma de decisiones relativas a la pandemia, tanto a nivel internacional como nacional y local.
La pandemia también ha repercutido negativamente en el espacio de la sociedad civil, limitando la capacidad de las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres y de otros actores progresistas para participar en la toma de decisiones en esta coyuntura crítica. Las tendencias autoritarias y los populismos sexistas han salido reforzados de la pandemia, mientras que líderes progresistas, en muchos casos mujeres, han sido objeto de ataques y han visto reducidos sus recursos.
De los 14,3 millones de personas a las que Oxfam ha proporcionado asistencia desde el inicio de la pandemia, el 54 % son mujeres y niñas. La igualdad de género es el eje principal de nuestra labor en los 68 países en los que trabajamos. En 24 países prestamos apoyo a organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres a fin de promover los derechos de las mujeres y las niñas.