La crisis climática ya está obligando a muchas personas a abandonar sus tierras y hogares, y está poniendo a muchas más en riesgo de tener que desplazarse en un futuro próximo. Tormentas cada vez más devastadoras, el aumento del nivel del mar, sequías más largas e intensas y otros impactos del cambio climático están devastando las vidas de millones de personas en situación de vulnerabilidad, obligándolas a abandonar sus hogares cada año.
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Es tres veces más probable que las personas se vean forzadas a dejar sus hogares debido a ciclones, inundaciones o incendios forestales que por conflictos, y hasta siete veces más que por terremotos o erupciones volcánicas.
Aunque nadie es inmune a estos desastres, las personas en países pobres, especialmente las mujeres, son las que se encuentran en situación de mayor riesgo. A menudo viven en áreas rurales con infraestructuras deficientes y acceso limitado a atención médica y servicios educativos. Muchas de ellas dependen de la agricultura o la pesca y, en la mayoría de casos, no tienen un seguro o ahorros que les puedan ayudar a reconstruir sus medios de vida después de una emergencia. Cuando las cosechas escasean y el ganado muere, no tienen más remedio que abandonar sus tierras ancestrales y emigrar para sobrevivir.
Las normas culturales y sociales hacen que las mujeres sean más vulnerables ante emergencias climáticas. Suelen ser las últimas en abandonar sus hogares cuando los fenómenos meteorológicos extremos hacen que sea muy difícil disponer de alimentos que llevar a sus mesas. Se quedan atrás para cuidar de los niños y niñas, y de familiares enfermos o mayores, mientras que los hombres salen en busca de sustento o comida en otra parte. De esta manera, no solo se multiplican sus cargas de trabajo, sino que también se convierten en el principal sustento desus familias; un enorme reto lleno de dificultades.
Cuando se ven en la obligación de abandonar sus hogares y buscar refugio en campos de desplazamiento, las mujeres, los niños y las niñas son especialmente vulnerables a la violencia y los abusos.
Migrantes climáticas: voces desde el terreno
El desplazamiento provocado por la crisis climática ocurre en todas partes y tiene muchas caras. Conoce a algunas de las personas más afectadas y que luchan cada día por tener un futuro.
“Cada vez llueve menos y menos…”, Amina Ibrahim – Etiopía
Las comunidades pastoralistas del Cuerno de África están sufriendo una grave sequía ahora mismo, sin que hayan podido recuperarse aún de los efectos de las intensas sequías que azotaron la región en 2011 y 2017. Sin apenas cultivos ni ganado que mantener, muchas de ellas dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
“Cada vez llueve menos y menos... No tenemos ni idea de qué hay detrás de esto, pero puedo decirles que ahora hay una gran falta de lluvia y hace mucho más calor.”
Amina Ibrahim, de 50 años, huyó de su casa en Qararo en 2017 con sus 12 hijos, después de que sus animales murieran y un brote de enfermedad diarreica transmitida por el agua (probablemente cólera) comenzara a matar a personas de su comunidad.
Desde entonces, han estado viviendo en un refugio improvisado en Gunagado. Allí Oxfam, otras organizaciones y el Gobierno etíope le han estado ayudando proporcionándole agua limpia, alimentos, dinero en efectivo para alimentos y artículos de higiene básica como jabón. Además, han construido letrinas y rehabilitado tanques de agua para la población desplazada.
"Hemos perdido 100 metros de nuestra tierra aquí", Maria Tekaie - Kiribati (Islas del Pacífico)
Para las comunidades de las islas del Pacífico, la crisis climática es una dura y muy tangible realidad. En los países del atolón de Kiribati, Tuvalu y las Islas Marshall, el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas ya están tragándose tierras y hogares y contaminando los escasos suministros de agua.
“Estamos muy apenados porque sabemos que el mar nunca dejará de comerse nuestra tierra. No tenemos muchas esperanzas de continuar viviendo en esta parte de la isla porque el mar se la va tragando."
Maria, de 65 años, ha vivido siempre en Tebunginako, en isla de Abaiang (Kiribati), un pequeño pueblo del que ha tenido que mudarse varias veces con su familia. La intrusión de agua salada y la intensa erosión costera les han quitado gran parte de sus tierras y destruido sus huertos.
“Amamos nuestro pueblo, pero ya hemos perdido 100 metros de tierra aquí. Tenemos suerte de ser dueños de la tierra de allí para allá, pero más allá de eso ya no es nuestra tierra. A la larga tendremos que mudarnos a otro lugar, a otra parte de la isla. Es una pena porque vivir aquí nos encanta ".
“Pasamos casi ocho días sin apenas comer”, Mariana López – Corredor Seco de Guatemala
El fenómeno de "El Niño", sobrealimentado por la crisis climática, ha provocado severas sequías y lluvias irregulares en todo el Corredor Seco de América Central, especialmente en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Los períodos de sequía cada vez más largos han devastado los cultivos y dejado a las familias con apenas comida y sin medios de vida, lo que ha contribuido a empeorar las ya críticas tasas de desnutrición infantil. Ahora, cada vez hay más personas sin otra opción que hacer el largo y peligroso viaje a México o Estados Unidos con la esperanza de encontrar trabajo y alimentar a sus familias.
“Él se fue por motivos de necesidad, no porque quisiera. No encontrábamos comida. Pasamos casi ocho días sin apenas comer”
Mariana López vive con sus hijos en la comunidad de Naranjo, en el Corredor Seco de Guatemala. Cuando la persistente sequía arruinó sus cosechas y no había oportunidades de trabajo cerca, su marido e hijo se vieron obligados a emigrar a Estados Unidos. Tuvieron que vender sus tierras y endeudarse para pagar el viaje.
Sus vidas han mejorado un poco ahora que su esposo puede enviar algo de dinero. Con la pequeña cantidad que recibe, Mariana puede pagar la deuda y, de vez en cuando, puede darse el lujo de poner azúcar en su café, lavar la ropa con jabón en lugar de solo con agua y poner frijoles en las tortillas de maíz que la mayoría de días comen vacías.
Durante el último año, Oxfam ha trabajado con organizaciones socias para ayudar a 10.000 personas en todo el Corredor Seco. Por ejemplo, apoyando a las comunidades rurales para que se adapten a las nuevas condiciones de sequía utilizando cultivos más resistentes, así como también proporcionando agua potable y equipos de saneamiento y suplementos alimenticios para niños y niñas desnutridos.
Fotografías: Pablo Tosco/Oxfam, Ula Majewski/OxfamAUS y Valerie Caamaño/Oxfam