Un desafío para la acción humanitaria
En 2010, la magnitud de las crisis humanitarias, desde Haití a Pakistán, estuvo a punto de desbordar la capacidad de respuesta del sistema internacional. A pesar de años de reformas, las agencias de la ONU, los donantes y las ONG internacionales (ONGI) tuvieron dificultades para hacer frente a estas crisis. En 2011, la respuesta en Somalia fue de nuevo insuficiente y tardía, desencadenada por la atención de los medios en lugar de por una valoración imparcial y oportuna de las necesidades humanitarias.
Al mismo tiempo, la acción humanitaria es más necesaria que nunca. El continuo incremento del número de personas vulnerables, el aumento de los desastres y el hecho de no haber conseguido que los Estados más frágiles se sitúen en la senda del desarrollo incrementarán significativamente las necesidades.
Los donantes occidentales, las ONGI y la ONU son sólo una parte de la respuesta. Los nuevos donantes y las ONG de todo el mundo ya aportan un porcentaje significativo de la ayuda humanitaria. La futura acción humanitaria dependerá de ellos, pero sobre todo de los gobiernos y la sociedad civil de los países afectados por las crisis. La ONU y las ONGI seguirán siendo fundamentales, pero su aportación se valorará cada vez más en función tanto de su capacidad para complementar y apoyar los esfuerzos de otros actores, como de estimular a todos los actores humanitarios para que respeten los principios de la acción humanitaria.
Recomendaciones clave:
Los desafíos clave para las ONGI son:
- desarrollar las capacidades de los Estados y de la sociedad civil, y al mismo tiempo tomar decisiones difíciles, como la manera de trabajar con Estados cuyas capacidades y nivel de compromiso con los principios humanitarios son muy diferentes y cuya sociedad civil tiene capacidades muy diversas;
- desarrollar resiliencia en las comunidades locales frente a los desastres, el cambio climático, la violencia y los impactos económicos y políticos, y al mismo tiempo mantener la capacidad operativa para responder cuando sea necesario;
- fomentar la defensa de los principios humanitarios por parte de los Estados y otros actores, y a la vez aprender de las organizaciones no occidentales sobre cómo aplicarlos en diferentes contextos, reconociendo que la ética en la acción humanitaria exige defender principios y tomar decisiones difíciles en función de las consecuencias que puedan acarrear las diferentes intervenciones;
- fomentar nuevas fuentes de financiación y de actuación procedentes de las economías emergentes y las empresas privadas, entre otros, y al mismo tiempo fomentar que estos actores respeten los principios humanitarios y den respuesta a las necesidades allí donde se produzcan;
- fortalecer la calidad y la transparencia de las ONGI mediante algún tipo de certificación que acredite la acción humanitaria eficaz, y a la vez reconocer el valor de la diversidad de las organizaciones humanitarias.