Hoy en día el, mundo produce lo suficiente como para alimentar a los 7.000 millones de personas que viven en él; sin embargo, casi 1.000 millones de personas aún pasan hambre. Este documento analiza por qué se sigue produciendo este escándalo planetario y qué se puede hacer para solucionarlo. El argumento central es que el acceso a los alimentos es tan importante como la cantida de alimentos que se producen; y que en un mundo con unos precios de los alimentos volátiles, el cambio climático y otro tipo de choques y de estrés, el reto de crear resiliencia en el sistema alimentario adquiere una importancia abrumadora.
La primera sección del documento aborda lo que es necesario que sucedaen los países en desarrollo, centrándose sobre todo en una ampliación masiva de la cobertura de los sistemas de protección social dirigidos hacia las personas más pobres y vulnerables.
En esta sección del documento también se analiza el reto más amplio de reducir la vulnerabilidad al hambre en los países en desarrollo e incrementar su resiliencia.
La segunda sección del documento trata sobre las acciones que se deben llevar a cabo internacionalmente – sobre todo para abordar el fuerte incremento en la volatilidad de los precios durante los últimos años.
La tercera sección se centra en las formas de aliviar la tensión actual existente en el equilibrio mundial sobre la oferta y la demanda de alimentos mediante políticas para reducir la demanda.
Por eso tiene sentido que los políticos también se concentren en reducir la demanda de alimentos, de cultivos y de tierra, cuando sea posible.
Por último, la cuarta sección explora cómo se puede poner en práctica esta agenda, tanto en cuanto a dónde se encuentran las oportunidades políticas clave como respecto a qué clase de reformas son necesarias en las institucionales internacionales.
La sección concluye con una discusión sobre dónde pueden encontrarse las oportunidades políticas para avanzar en las recomendaciones de este documento, centrándose en particular en la agenda del G20 de este año, el liderazgo de las economías emergentes en un contexto multilateral y la oportunidad de renovar la agenda internacional de desarrollo de cara a la fecha límite de 2015 para los Objetivos de Desarrollo del Milenio.