Opinión editorial sobre el G20
La frase del año, “uno nunca quiere desaprovechar una verdadera crisis”, de Rahm Emanuel, el jefe de gabinete de Obama, puede sonar malintencionada fuera de contexto. Pero tiene razón. Las situaciones extremas fuerzan a tomar decisiones que atentan contra los intereses políticos normales a corto plazo.Y por ello es que algunos gobiernos como el de Reino Unido y los Estados Unidos han cargado grandes deudas sobre los contribuyentes para sanear sus bancos y el sector financiero, gastando cantidades de dinero imposibles de imaginar en épocas de normalidad (al menos 8,4 billones de dólares, y aumentando) para corregir los resultados de la ideología de la complacencia y la codicia. Aprovechar una oportunidad en una crisis es mucho más que una frase bonita de los políticos. Es la oportunidad para que el 2 de abril los líderes del G20 puedan tomar decisiones a largo plazo sobre los intereses de los habitantes del planeta. Los desastres que aquejan a los países ricos del G20 no son nada en comparación con las catástrofes a las que se enfrentan los países pobres. Más de 20 millones de personas en China han perdido su trabajo desde octubre. El Banco Mundial ha previsto que 53 millones de personas volverán a caer en la pobreza, además de las 150 millones que sufrieron la crisis alimentaria del año pasado. La OIT estima la pérdida de 200 millones de puestos de trabajo. Si bien los países ricos han creado esta crisis masiva, los países pobres son los que la sufrirán en mucha mayor medida y durante más tiempo. Ya están sufriendo grandes reducciones en remesas, precios de mercaderías, tasas de cambio, acceso al crédito, volúmenes de comercio y condiciones de compraventa. Solamente en el período 2008-9, los países en desarrollo han perdido 750 mil millones de dólares en PIB y 800 mil millones de entrada de capitales.Para millones de los ciudadanos más pobres del mundo, en especial mujeres y niños, los resultados de esta reunión del G20 en Londres son un asunto de vida o muerte. E incluso muchísimas más personas se enfrentan a amenazas que atentan contra sus derechos humanos, tales como el acceso a la vivienda y la educación. Más pobreza generará inseguridad global, alimentando los conflictos y la agitación social. Algunos gobiernos podrían utilizar métodos represivos para ahogar las protestas y la agitación laboral, tal como se vivió en las protestas alimentarias del año pasado. La proyección del acuerdo sobre el cambio climático para Copenhague se ha reducido. Con solo 100 meses por delante para revertir las emisiones de carbono antes de que se vuelvan irreversibles y tengan un impacto catastrófico, no podemos permitir que fracasen estas negociaciones.El verdadero desafío para los líderes del G20 es impulsar un nuevo tipo de política. Deben ir más allá de sus enfoques competitivos y nacionalistas de siempre y embarcarse en negociaciones internacionales. Necesitamos colaboración, no políticas suicidas. Necesitamos pensar, planificar y comprometernos a largo plazo y a nivel global. Es especialmente necesario que el G20, que no es una coalición de voluntarios sino una coalición de países especialmente invitados, recuerde que mientras que ellos representan el 85% de la economía global, sus acciones afectan a los 170 países no representados allí, entre ellos los más pobres y vulnerables. La estabilización y reanimación de la economía global debe ser una prioridad a largo plazo. La agenda más importante (con las oportunidades más grandes) tiene que incluir la protección del medio ambiente y conseguir cumplir con los derechos más básicos de subsistencia que garanticen el acceso a alimentos, educación, vivienda, salud, trabajos decentes y formas de vida sostenibles. La economía global debe reconstruirse mejor que como era antes. Necesitamos un estímulo político que promueva las libertades básicas y la responsabilidad de gobiernos y empresas. Un paquete de estímulo debe incluir en su seno la igualdad y la seguridad. Debe ser global, y no solo para los países ricos. La ONU ha solicitado que se dedique un 1% de los paquetes de estímulo de los países más ricos a los países pobres. Unas políticas efectivas para incentivar el gasto en protección social, infraestructura, agricultura y capital humano podrían ayudar a los países pobres a volver a la senda del crecimiento sostenible y evitar un peor endeudamiento y empobrecimiento. Se estima que se necesita un mínimo de 41 mil millones de dólares para los Países con Bajos Ingresos (en base a un paquete de estímulo del 5% de su PIB). Si se añade esto a la promesa del G8 en Gleneagles de incrementar la inversión en 50 mil millones de dólares para 2010, esto sigue siendo menos de la mitad del rescate pagado por AIG. Se estima que los países desarrollados necesitan comprometer cada año al menos 140 mil millones de dólares de fondos públicos para permitir a los países en desarrollo acelerar el cambio a energías limpias, reducir rápidamente la destrucción de la selva tropical y ayudar a las comunidades pobres a adaptarse a los cambios climáticos inevitables. La reunión del G20 debería aprovechar el momento para realizar la transición a una economía con bajos niveles de carbono. Estas son grandes sumas de dinero, pero son apenas una fracción de lo que se dedica al salvataje de los bancos. No se puede seguir aceptando que se pospongan estas medidas simplemente por su coste. Hacemos un fuerte llamamiento para reformar las Juntas Directivas del Banco Mundial y del FMI. Damos la bienvenida a las propuestas recientes para reducir las condiciones de préstamo del FMI que exigen a los gobiernos pobres reducir los servicios básicos a sus ciudadanos. Es esencial que el G20 pase a la acción concertada contra los paraísos fiscales y la corrupción. Los líderes del G20 deben inyectar esperanza y la creencia de que estas oportunidades pueden aprovecharse si lo hacemos con compromiso y urgencia. El presidente Obama salió elegido del convencimiento de que es posible lograr el cambio. Este tipo de esperanza es esencial para superar la actual crisis de confianza paralizante. Nuestros líderes políticos solamente pueden recuperar la confianza pública demostrando que cuentan con la voluntad para resolver los problemas con ambición, justicia y urgencia.Firmado por:Irene Khan – Secretario General, Amnistía InternacionalDr. Gerd Leipold – Director Ejecutivo, Greenpeace InternacionalJeremy Hobbs – Director Ejecutivo, Oxfam InternacionalDr. Dean Hirsch – Presidente Internacional, Fundación World VisionDr. Robert Glasser – Secretario General, Care InternationalCharlotte Petri Gornitzka – Secretaria General, Alianza Internacional Save The ChildrenNigel Chapman – Director General de Plan InternationalRamesh Singh – Director General de Action Aid