El 80 por ciento del suelo cultivable de Paraguay está sembrado de soja. Ese dato es especialmente grave para un país donde el 2 por ciento de la población concentra el 85 por ciento de las tierras. El panorama no es bueno: Muchas familias campesinas sin parcelas, muchas propiedades en pocas manos y miles de hectáreas sembradas de un grano que lejos de satisfacer la demanda nacional de alimentos, se exporta a Europa y China, donde se utiliza como forraje o es convertido en agrocombustible.
La expansión de la soja y la falta de acceso a la tierra dan lugar a numerosos conflictos que, desde el final de la dictadura en 1989, han dejado miles de campesinos y campesinas encarcelados y 115 asesinados o desparecidos. El sector campesino sufre, además, el abandono de las políticas públicas y la falta de inversión; mientras que la agricultura empresarial se beneficia de incentivos, exenciones fiscales, acceso al crédito y un control extremadamente laxo de la normativa ambiental y laboral. De esta forma se ha ido acentuando un “modelo de desarrollo” excluyente que concentra en las élites la tierra, las ganancias que ésta genera y la influencia sobre el poder político.
Las consecuencias de la desregulada producción de soja incluyen la destrucción de los suelos, el uso de agrotóxicos, la siembra de menos alimentos para consumo humano y graves impactos sobre el medio ambiente, la salud de las personas y sus medios de vida. Y hay más: la siembra del grano no genera empleo y no está sujeta al pago de impuestos, a pesar de ser uno de los rubros que más riqueza genera en Paraguay, el cuarto exportador mundial.
Deforestación
Paraguay pasó de tener 9 millones de hectáreas de bosque en 1950 a 1,3 millones en 2004. En 2014 el panorama no es más alentador. En la región fronteriza con Brasil, el Bosque Atlántico fue sustituido por campos infinitos de soja.
Enfermedad
Según especialistas, las enfermedades gástricas aumentan durante la siembra de soja y las respiratorias, durante la cosecha. Crece también la leucemia y el linfoma. Culpan a las fumigaciones aéreas y al consumo de alimentos contaminados por agroquímicos.
Acaparamiento
El 2% de la población tiene el 85% de la tierra y hay cerca de 8 millones de hectáreas malhabidas: propiedades dadas a sus “dueños” de forma irregular. El cultivo de soja, en su mayoría transgénica, supera los 3,5 millones de hectáreas y agrava la concentración.
Expulsión
En los últimos 10 años, la falta de tierra y de empleo ha expulsado del campo a más de 900 mil personas. Más de 585 mil de ellas son menores de 30 años. Su destino son las zonas marginales de Asunción, la capital.
Muerte
A la población campesina, exigir su derecho a la tierra puede costarle la vida. Hace 2 años, tras un desalojo ordenado por una empresa sojera, 17 personas murieron en la masacre de Curuguaty. Una campaña internacional exige que la tierra vaya a las familias y jóvenes afectados por la matanza.