El brote de COVID-19 se ha propagado por por todo el mundo, y requiere actuar con prudencia. Pero la correcta gestión de una crisis no puede limitarse a una investigación científica. También es necesario dar respuestas políticas y sociales. Y a diferencia de los medicamentos y las vacunas, estas respuestas no hay que descubrirlas.
El feminismo ya ha desarrollado las ideas que ahora pueden cerrar la brecha de desigualdad existente, que se hace todavía más evidente en tiempos de crisis.
¿Por qué la crisis del coronavirus necesita una respuesta feminista? Aquí van 5 razones.
1. Todas las personas son valiosas
Todas las personas son valiosas y tienen los mismos derechos, independientemente de su género, origen ético, identidad sexual, religión o creencia, discapacidad, edad, estatus social o posición. Este es el fundamento del feminismo. La crisis del coronavirus lo deja claro: este posicionamiento es quizás ahora más importante que nunca. Nuestras acciones personales deben ir en consonancia con ello.
Es necesario comprendernos mutuamente para vivir juntos en un mundo cada vez más interdependiente, a pesar de las distancias físicas actuales y justamente a causa de las mismas. Las medidas que los Gobiernos tomen hoy configurarán nuestro futuro a medio y largo plazo. Cualquiera que crea que las desigualdades y la discriminación existentes, ya sean por motivos de género, edad o estado de salud, son problemas marginales a los que no hay que prestar atención en tiempos de crisis, está pasando por alto lo más esencial.
2. Esta crisis afecta más a unas personas que a otras
La pandemia ha alcanzado todos los rincones del planeta, pero nos afecta de formas diferentes. Las personas que no tienen un hogar seguro, que viven en la pobreza y sufren explotación en su lugar de trabajo, así como las personas con enfermedades crónicas, se ven especialmente afectadas. Por encima de todo, las mujeres mayores y las madres solteras, que están ya en general sobrerrepresentadas entre la población más pobre o en mayor riesgo de pobreza, son las más gravemente afectadas por el actual estado de emergencia.
En todo el mundo, las mujeres cobran un 23 % menos que los hombres, quienes a su vez cuentan con un 50 % más de los recursos. Esta crisis está exacerbando la desigualdad. Trabajar desde casa, acumular artículos de primera necesidad o lavarnos las manos regularmente. Para muchas personas, estas medidas son básicamente imposibles. Las mujeres trabajadoras, que a menudo reciben un menor salario por su trabajo que los hombres, ganan demasiado poco, viven al día y en muchos casos no tienen acceso al agua potable, son las más afectadas por esta crisis.
Al mismo tiempo, son ellas quienes mayoritariamente desempeñan las profesiones esenciales en todo el mundo. Más del 70 % de los profesionales de la salud son mujeres. También son las mujeres las que llevan a cabo más del 70 % del trabajo de cuidados no remunerado, dedicando a esta tarea tres veces más tiempo que los hombres. Esta injusticia flagrante se ve intensificada por los cierres de las escuelas y la propagación de la enfermedad, que acarrea una carga superior para las cuidadoras.
Pero esto tiene que cambiar ya. En lugar de continuar menospreciando sistemáticamente el trabajo de cuidados no remunerado y mal remunerado, debemos darle el estatus que merece y reconocerlo mundialmente por el papel que desempeña en la cohesión social.
3. Un salario justo no es un tema secundario
Los despidos y la reducción de las horas de trabajo se han convertido en una amenaza real para la subsistencia durante la pandemia. La industria textil de Bangladesh, por ejemplo, muestra que el coronavirus plantea una amenaza existencial sobre todo para las mujeres. La cancelación de pedidos por parte de las empresas del sector textil pone en peligro los puestos de trabajo y, por tanto, los medios de vida de las personas que trabajan en este sector, especialmente de las mujeres.
Las mujeres de las explotaciones vinícolas de Sudáfrica también se ven afectadas de manera desproporcionada. Si las importaciones de vino caen como resultado del virus, las trabajadoras ocasionales serán las que primero perderán sus empleos, mientras que sus compañeros (en su mayoría hombres) con contratos permanentes los mantendrán, tal y como afirma Colette Solomon, directora del proyecto Women on Farms. Este doble rasero no tiene cabida en un mundo justo.
Es muy importante reconocer y apreciar las profesiones esenciales y a las personas que asumen el trabajo de cuidados. Pero lo que se necesita es un salario adecuado y condiciones laborales seguras justamente para este trabajo imprescindible (no solo durante la crisis, sino sobre todo a largo plazo). Actuar de cualquier otra forma sería cínico.
4. La salud y la atención médica no son mercancías comerciales
Sobre todo para las personas en Estados frágiles o en espacios confinados, el riesgo de infección y de enfermedades graves o mortales es particularmente alto debido a una atención médica inadecuada. Esto se hace muy patente en el campamento para personas refugiadas de Moria, donde más de 150 personas utilizan una misma letrina y a menudo no hay jabón.
La falta de agua (potable) es también la dura realidad diaria en otras partes del mundo. La ecuación es tan simple como cruel: sin agua potable, no hay salud. Si no hay agua corriente y las mujeres y las jóvenes tienen que andar varios kilómetros hasta el pozo más cercano, se exponen a peligros como la infección mientras recogen el agua.
Debe garantizarse la igualdad de acceso a los medicamentos, las medidas de prevención y protección o el tratamiento médico para todas las personas, y no solo para un círculo selecto de personas adineradas.
5. No podemos permitirnos perder de vista los derechos humanos, la justicia de género y la protección medioambiental
Incluso en tiempos de coronavirus, los políticos no deben perder de vista sus otras responsabilidades en materia de derechos humanos y protección del medio ambiente. Hacerlo forma parte de nuestra responsabilidad colectiva, tanto en los buenos como en los malos momentos. Esto también es aplicable para el acceso a los servicios sociales básicos como la educación, que tiene que estar garantizado. Incluso ahora, que ya llevamos unas cuantas semanas de pandemia, 1500 millones de estudiantes se ven afectados por los cierres de las escuelas de todo el mundo, y cientos de millones nunca volverán a clase.
Las respuestas al coronavirus no pueden hacernos perder de vista los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Durante la pandemia, la crisis climática ha quedado relegada a un segundo plano. Algunas voces en la política y la industria ya están pidiendo que se revoquen las medidas de protección medioambiental existentes en su propio beneficio. Pero eso sería dar un paso en la dirección equivocada. Esta crisis necesita respuestas sostenibles que incluyan el fortalecimiento de uno sistemas sociales y de salud equitativos desde el punto de vista del género a nivel mundial, que aborden los riesgos específicos para las mujeres y contribuyan así a un cambio duradero.
Las desigualdades sociales y de género son un tema clave que debe abordarse ahora. En sus decisiones políticas para frenar la propagación del virus, los Gobiernos no pueden olvidarlo. Y si lo hacen, tenemos que unirnos y recordárselo, donde y cuando sea necesario.