El COVID-19 está agravando la crisis del hambre en los “puntos críticos del hambre” del mundo y creando nuevos epicentros del hambre en todo el planeta. A finales de este año, 12 000 personas al día podrían morir de hambre derivada de la crisis del COVID-19, posiblemente más que de la enfermedad.
El COVID-19 es la gota que ha colmado el vaso para millones de personas que ya tenían que hacer frente a los efectos de los conflictos, el cambio climático y la desigualdad, y a un sistema alimentario disfuncional que ha empobrecido a millones de productores y productoras de alimentos, y de trabajadores y trabajadoras de ese sector.
Mientras tanto, los más ricos siguen obteniendo beneficios: ocho de las mayores empresas de alimentación y bebidas han pagado a sus accionistas dividendos por un valor de más de 18 000 millones de dólares desde enero de este año, a pesar de que la pandemia ya se estaba extendiendo por todo el mundo. Esta cifra es diez veces superior a la cuantía que las Naciones Unidas ha solicitado para evitar que la gente siga pasando hambre.
Si bien los Gobiernos deben actuar para contener la propagación de esta enfermedad mortal, Oxfam también pide que se adopten medidas urgentes para poner fin a esta crisis del hambre y construir sistemas alimentarios más justos, sólidos y sostenibles.