La desigualdad de género es una de las formas de desigualdad más antiguas y enraizadas del mundo. Priva a las mujeres de tener voz propia, desvaloriza su trabajo y las pone en situación de desventaja frente a los hombres tanto en el ámbito del hogar como a escala nacional y mundial.
A pesar de algunos importantes avances a lo largo de los últimos años, no hay ningún país en el mundo en el que haya igualdad económica entre hombres y mujeres, y son ellas las que siguen teniendo más probabilidades de vivir en la pobreza.
Desigualdad laboral de género: salarios más bajos, trabajo no remunerado y contribución desvalorizada
- Salarios bajos. En todo el mundo, las mujeres perciben los salarios más bajos. A nivel mundial, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 24%, y al ritmo actual, serán necesarios 170 años para cerrarla. Hay 700 millones menos de mujeres que hombres con trabajos remunerados.
- Ausencia de empleos dignos. El 75% de las mujeres en las regiones en desarrollo trabajan sin contrato laboral, carecen derechos o no tienen acceso a la seguridad social. Además, a menudo los sueldos que reciben no les permiten salir de la pobreza. Se calcula que 600 millones de mujeres trabajan en empleos muy inseguros en todo el mundo.
- Trabajo de cuidados y doméstico no remunerado: Las mujeres asumen entre dos y diez veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, como las tareas del hogar y el cuidado de los niños y niñas. Se estima que la contribución a la economía mundial de este trabajo equivale a 10.8 billones de dólares al año, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.
- Jornadas laborales más largas. Las mujeres trabajan más horas al día que los hombres si se contabiliza el trabajo remunerado y no remunerado en conjunto. Esto supone que en la actualidad, una mujer joven trabajará de media cuatro años más que un hombre a lo largo de su vida.
Aumentar la igualdad económica de las mujeres reduciría el índice de pobreza en toda la población
La desigualdad económica de género supone un coste de 9 billones de dólares al año para las mujeres de los países en desarrollo. Esta cantidad no sólo daría un mayor poder adquisitivo a las mujeres y beneficiaría a sus familias y comunidades, sino que supondría un enorme impulso para el conjunto de la economía.
Los países que presentan una mayor igualdad de género suelen tener unos mayores niveles de ingresos, y datos empíricos de una serie de países y regiones indican que reducir la brecha entre hombres y mujeres lleva a su vez a la reducción de la pobreza.
En América Latina, por ejemplo, el aumento del número de mujeres en trabajos remunerados entre 2000 y 2010 fue responsable de cerca del 30% de la reducción de la pobreza en general y de la desigualdad de ingresos.
Para garantizar los derechos de las mujeres, reducir la pobreza y cumplir con el resto de objetivos de desarrollo, es fundamental apoyar el acceso de las mujeres a trabajos con unas condiciones dignas y a unos medios de vida mejorados.
El empoderamiento económico de las mujeres es un elemento fundamental para lograrlo. Necesitamos una economía humana que beneficie tanto a hombres como a mujeres, y que esté al servicio de todas las personas, no sólo de las élites.