La desigualdad extrema nos afecta a todas las personas: socava el crecimiento económico y pone en peligro décadas de progreso para acabar con la pobreza. Nos impide lograr la igualdad entre mujeres y hombres y hace trizas las esperanzas y aspiraciones de miles de millones de personas atrapadas en la pobreza y sin posibilidades de salir de ella.
Estas desigualdades tan marcadas no solo generan un inmenso sufrimiento; contribuyen a la muerte de al menos una persona cada cuatro segundos. Pero no son inevitables: son la consecuencia de decisiones políticas y económicas. La riqueza extrema conlleva poder, captura e influencia: vivimos en un mundo en el que las reglas están amañadas a favor de unos pocos y a expensas del resto. Así, mientras la riqueza de unos pocos aumenta, los más pobres, las mujeres, las personas racializadas y marginadas se quedan atrás.
¿Sabías que?
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Los 2668 milmillonarios (573 más que en 2020) que hay hoy en el mundo poseen 12,7 billones de dólares, lo que supone un aumento de 3,78 billones de dólares.
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Los 10 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3100 millones de personas que componen el 40 % más pobre de la humanidad.
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Una trabajadora o trabajador que se encuentre en el 50 % más pobre del mundo tendría que trabajar 112 años para obtener los mismos ingresos que lo que una persona del 1 % más rico consigue en un solo año.
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La elevada informalidad y el volumen de trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres mantiene a 4 millones de mujeres en Latinoamérica y el Caribe fuera del mercado laboral. La mitad de las mujeres trabajadoras racializadas en Estados Unidos gana menos de 15 dólares a la hora.
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La pandemia ha creado 40 nuevos milmillonarios en el sector farmacéutico. Las empresas farmacéuticas como Moderna y Pfizer se embolsan mil dólares en beneficios cada segundo gracias exclusivamente a su monopolio sobre la vacuna contra la COVID-19.
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Un impuesto anual sobre el patrimonio (comenzando en tan solo un 2 % para las fortunas millonarias y llegando al 5 % en el caso de las milmillonarias) podría generar 2,52 billones de dólares cada año, suficiente para ayudar a salir de la pobreza a 2300 millones de personas, producir vacunas para todo el mundo y proporcionar servicios de salud y protección social universales a la población de los países de renta media-baja y baja.
Luchar por un futuro más justo e igualitario
La mayoría de los líderes mundiales no han logrado reducir esta brecha. Pero la desigualdad no es inevitable, podemos tomar medidas concretas para acabar con ella. De España a Sudáfrica, de Perú a Pakistán, ya estamos exigiendo un mundo más justo e igualitario.
Debemos desafiar la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos porque cada vez es más difícil que las personas puedan salir del círculo de la pobreza. Podemos cambiar el modelo fiscal para garantizar que las personas ricas contribuyan de forma justa. Podemos exigir una mayor inversión en los sistemas públicos de salud y educación, así como también salarios dignos. Y debemos asegurar que las personas más pobres puedan alzar su voz y que quienes ostentan el poder escuchen.