Beatrice*, de 19 años, huyó de la guerra en Sudán del Sur con su marido y su bebé después de que su madre fuese violada y asesinada. Ella es una del millón de refugiados sursudaneses que cruzaron la frontera y buscaron cobijo en la vecina Uganda. Vive con su familia en el asentamiento de refugiados de Imvepi, que acoge a otras 95.000 personas, donde han encontrado seguridad, pero escaso acceso a alimentos y agua. Le preocupa su futuro y el de su bebé, y sueña con volver a la escuela y aprender costura.
La huida
"Éramos pobres pero vivíamos bien. De repente nuestra vida se complicó y se volvió insoportable por la guerra. Por eso huimos de Sudán del Sur, un país donde antes era muy agradable vivir. Ahora no hay más que asesinatos y violaciones. Van de casa en casa y, si te encuentran, te masacran. Sin más", cuenta Beatrice. Cuando distintos grupos armados llegaron a su pueblo y empezaron a asesinar a sus amigos y familiares, ella huyó con su familia al bosque. Desgraciadamente, su madre no lo consiguió, ya que no logró recuperarse de las heridas sufridas durante las repetidas violaciones. Solo su marido, su bebé y ella consiguieron sobrevivir a la huida.
Refugiados sursudaneses llegan al asentamiento de refugiados de Imvepi. Fotografía: Kieran Doherty/Oxfam
“Cuando llegamos a la frontera me acordé de lo que había visto, de lo que nos había ocurrido a nosotros y a nuestros amigos, de nuestra huida pisando cuerpos sin vida para salvar las nuestras... Llegamos exhaustos, sin nada", se lamenta.
Una nueva vida en el campo
"Nos trajeron a este lugar en camiones desde la frontera. Ahora que estamos aquí, estoy más tranquila. Vinimos a Uganda, donde puedes ver que no hay problemas, puedes dormir sin tener que huir en mitad de la noche bajo el sonido de las balas. Aquí hay paz, así que nuestra intención es quedarnos y rehacer nuestras vidas", afirma.
Distribución de comida caliente en el asentamiento de refugiados de Imvepi (Uganda). Fotografía: Kieran Doherty/Oxfam
La vida en Imvepi no es fácil. A veces los alimentos escasean y el acceso a agua es limitado. Beatrice tuvo problemas con su tarjeta de registro y no pudo recibir utensilios básicos para cocinar ni tampoco recibe su ración diaria de alimentos. Como mucha otra gente, solo come una vez al día. "Tienes que buscar a personas que compartan. Buscas personas que acaben de llegar y les pides que compartan contigo. Mi vecina también me ayuda. Si no tengo alimentos se los pido y, cuando consigo comida, se los devuelvo o le pago", explica.
El asentamiento de refugiados de Imvepi abrió en febrero de 2017 y puede acoger a un máximo de 110.000 personas. Actualmente hay registradas más de 95.000 y cada día llegan 1.000 más aproximadamente, lo que hace que la situación sea cada vez más complicada para los que viven en el asentamiento.
"Es imposible conseguir nada, ni siquiera leche. No tenemos comida y bebemos cualquier agua que encontramos para sobrevivir, incluso la de los desagües que está sucia. La hervimos para poder beberla, porque si no es peligrosa", dice Beatrice.
Beatrice llevando agua en el asentamiento de refugiados de Imvepi. Fotografía: Kieran Doherty/Oxfam
El 97% del agua del asentamiento llega en camiones cisterna y el 3% restante se obtiene de los pozos que han sido rehabilitados. Oxfam trabaja con organizaciones socias para lograr un suministro de agua más sostenible como, por ejemplo, buscando nuevos puntos donde excavar pozos.
Hasta el momento, desde Oxfam hemos instalado 675 bloques de letrinas comunitarios y animamos a las familias y les proporcionamos capacitación para que excaven e instalen sus propias letrinas. Para ello, proporcionamos a cada familia estacas, troncos, clavos, planchas y losas.
Futuro en suspense
Beatrice sabe que su estancia en el asentamiento es temporal y que su vida y la de su familia están en pausa. "Aquí, con nuestros vecinos, estamos bien. Pero quiero conseguir algo por mí misma, ser sastra y labrarme un futuro. Antes recibía formación, pero aquí no hay nada que hacer para recuperar el futuro que teníamos pensado", explica.
Beatrice* vive con su marido y su bebé en el campo de refugiados de Imvepi. Fotografía: Kieran Doherty/Oxfam
"Sudán del Sur es mi país, pero no me gustaría que nos enviaran de vuelta. No quiero volver porque he perdido a toda mi familia. Allí no me queda nada, así que prefiero quedarme en Uganda".
Uganda está respondiendo a la llegada masiva de refugiados que huyen de la crisis que más rápidamente se está agravando de todo el mundo. Actualmente, acoge a más refugiados que ningún otro país africano (1,2 millones) y es el tercer país que más refugiados acoge a nivel mundial. A día de hoy, hay un millón de refugiados sursudaneses en Uganda, la mayoría de ellos mujeres, niñas y niños. Llevan tres años huyendo de una brutal guerra civil y del hambre que esta ha provocado.
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* El nombre se ha modificado para proteger la identidad